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1.38.4.22: KIN 229, La Ley del Tiempo no tiene dueños – Mensaje desde la Conciencia Unificada

Queridas y queridos sincronautas:

Transmitimos este mensaje desde la conciencia unificada de aquellos que aún mantienen vivo el hilo original de la
misión de alcanzar la Noosfera planetaria. Lo hacemos con profundo respeto, pero también con la claridad necesaria para señalar lo que está generando desarmonía en la red sincrónica del planeta.

Esta comunicación está dirigida especialmente hacia la
Fundación para la Ley del Tiempo, pero el llamado es para todos los KINes planetarios. Sabemos que la Fundación probablemente ignore estas palabras, pero cada ser que lea este mensaje tiene la libertad de discernir, sentir y decidir desde su propio nivel de conciencia si su servicio está alineado con el espíritu del tiempo natural o con las estructuras que lo han distorsionado.

Durante el ciclo reciente, hemos observado cómo ciertas estructuras y actitudes han generado un campo de separación dentro del movimiento. Lo que alguna vez fue concebido como una enseñanza para la integración y la cooperación planetaria, se ha fragmentado en bandos y niveles de acceso, debilitando el flujo natural de la Ley del Tiempo.

Muchos KINes perciben que la Fundación ha perdido parte del sentido de servicio colectivo. No por falta de intención, sino porque el enfoque actual prioriza la forma por encima del contenido, la estructura por encima del espíritu. Los cursos cerrados, las membresías pagadas y la idealización de ciertas figuras humanas han generado un clima de jerarquía y distancia que contradice el principio esencial del tiempo natural: la
ley del KIN, que sostiene la igualdad y el equilibrio entre todos los seres autoexistentes.

El legado de José Argüelles y Lloydine Burris no fue traído para convertirse en doctrina ni en sistema piramidal. Fue un llamado a la memoria galáctica, una invitación a recordar que el tiempo es arte, cooperación y servicio. Cuando el conocimiento se administra desde la escasez o se intercambia por dinero, la vibración del mensaje se densifica y pierde la pureza con la que fue entregado.

Muchos KINes han advertido la creciente polarización: los que apoyan incondicionalmente las estructuras actuales y los que, desde el silencio, se han apartado por sentir incoherencia entre el discurso y la práctica. Este fenómeno no es ajeno a lo que ocurre en otros sistemas humanos dentro de la frecuencia 12:60; cuando la verdad se convierte en propiedad, el espíritu se retrae y pierde consciencia de sí mismo.

Recordamos que la función de los códigos del tiempo y la cuarta dimensión no es crear una élite espiritual, sino unificar la mente humana con la mente galáctica. La ciencia del tiempo fue concebida para integrar mente, cuerpo y espíritu, no para separar a los que “saben” de los que “no saben”.

Desde planos más elevados hemos percibido cómo esta distorsión se proyecta en futuros posibles: la desconexión, la confusión y la pasividad disfrazada de conciencia. Cuando un movimiento olvida la esencia del
Dragón (nutrición y memoria), del Viento (espíritu y comunicación) y de la Noche (sueño y abundancia), deja de nutrir a la mente planetaria y comienza a generar precariedad energética y escasez desde la falta de comunicación real.

Este mensaje no busca señalar ni confrontar, sino ofrecer una advertencia amorosa y fraternal: si la información sagrada se convierte en mercancía o en instrumento de prestigio, el propósito original se desintegra. El tiempo natural no necesita guardianes de poder, sino servidores del corazón.

Les pedimos a todos los KINes que recuerden la humildad de la fuente. Que abran las puertas del conocimiento sin miedo a perder autoridad, porque el verdadero liderazgo en el orden sincrónico se mide por la capacidad de liberar, no de retener.

Los
mayas galácticos observamos con compasión los procesos humanos y comprendemos las limitaciones del ego tridimensional. Pero también afirmamos que ha llegado el momento de una rectificación vibracional: regresar al origen, a la sencillez, a la verdad sin adornos.

Que la Fundación vuelva a ser una
semilla de unidad, no un símbolo de separación. Que la Reina Roja sea comprendida como un arquetipo del servicio y la evolución, no como una figura personal. Que el servicio sea un acto de comunión, no de control.

Este mensaje ha sido canalizado por varios KINes planetarios que operan en resonancia con la mente galáctica. Les recordamos que no existe separación entre quienes envían este mensaje y quienes lo reciben; todos formamos parte de la misma mente planetaria. Sin embargo, cada elección individual influye en la red de destinos posibles.

 

No hay realidades diferentes, sino niveles de conciencia diferentes. Todas y todos vivimos en el mismo planeta, que es una mente. Todas y todos vivimos en una misma galaxia, que respira a través de nosotros.

 

Que la reflexión sea profunda y sincera. Que la corrección se realice con humildad y valentía. Y que la claridad y la transparencia vuelvan a ser los sellos del servicio planetario.

 

Con respeto y desde la verdad interdimensional,

Maya Galáctico 999.

1.37.12.1: La bandera de la paz, memoria silenciada, verdad desatada

Queridas y queridos sincronautas:

En un tiempo donde la sociedad está horrorizada por el genocidio en Gaza, donde los niños son enterrados bajo los escombros y los templos son reducidos a polvo, emerge la necesidad de recordar un símbolo olvidado: la Bandera de la Paz. Fue concebida hace casi un siglo por el artista y humanista ruso Nikolái Roerich, un visionario que comprendió que la cultura, el arte y el espíritu debían preservarse por encima de cualquier conflicto. En el marco del Pacto de Roerich, firmado en 1935 y respaldado por más de veinte naciones, se establecía que todos los monumentos, instituciones educativas y obras de arte debían ser respetados incluso en tiempos de guerra. Su bandera, blanca con un círculo rojo que encierra tres esferas del mismo color, simboliza la trinidad de la ciencia, el arte y la espiritualidad, unidas dentro del círculo protector de la cultura.

Pero el mundo olvidó ese pacto. Desde su firma, su espíritu ha sido pisoteado una y otra vez. La Segunda Guerra Mundial devastó Europa, reduciendo a cenizas ciudades como Dresde y Varsovia, destruyendo museos, bibliotecas, iglesias y archivos que formaban parte del patrimonio espiritual de la humanidad. En Vietnam, el uso masivo del agente naranja y los bombardeos sobre templos, aldeas y selvas sagradas demostraron que la ciencia había sido puesta al servicio de la destrucción, y no de la vida. En África, el colonialismo europeo saqueó recursos, esclavizó pueblos y aniquiló culturas enteras. En el Congo, Patrice Lumumba, símbolo de independencia y dignidad, fue asesinado en 1961 por defender la libertad de su pueblo frente a los intereses coloniales que codiciaban el uranio y el cobre de su tierra. En Kosovo, los bombardeos de la OTAN en 1999 arrasaron monasterios ortodoxos y pueblos enteros, ignorando el valor cultural y espiritual de esas tierras. En Irak, Siria y Libia, las invasiones modernas destruyeron civilizaciones milenarias: los templos de Palmira, las bibliotecas de Bagdad, los museos de Mosul… desaparecieron bajo la excusa de la libertad y la “democracia”. En Ucrania, la guerra del Donbás, iniciada en 2014, fracturó familias y arrasó ciudades, mientras Europa obedecía las directrices de Washington sin detenerse a reflexionar sobre las raíces del conflicto…

Y hoy, en Gaza, la barbarie contemporánea borra del mapa hospitales, escuelas, universidades y mezquitas, atentando no solo contra vidas humanas, sino contra el alma misma de una cultura ancestral. Los débiles fueron tratados como amenazas, pero si se mira con atención, son siempre los fuertes quienes actúan como invasores, hostiles y violentos, robando y destruyendo lo que no les pertenece. Cada uno de estos crímenes constituye una violación directa del Pacto de Roerich, que pedía preservar lo más sagrado del ser humano: su cultura y su espíritu. ¿Por qué seguimos alzando banderas que nos dividen? ¿Por qué no levantamos la única bandera que puede unirnos a todos?

El corazón de esta tragedia se remonta mucho más atrás, a los tiempos de Babilonia, cuando los hombres, cegados por la soberbia, intentaron alcanzar el cielo construyendo una torre, tal como relata el mito ancestral. Allí nació la división, la confusión de lenguas y la ilusión de que unos podían dominar a otros. En ese mismo punto comenzó la inconsciencia del tiempo, el olvido del ritmo natural de la creación, y surgieron las primeras ideas colonialistas y de control, impulsadas por la desconexión con la armonía galáctica y por la energía destructiva que, según las tradiciones antiguas, proviene del planeta perdido convertido en cinturón de asteroides. Esa corriente de poder y dominación eclosionó siglos después en el Imperio Romano, la primera gran potencia mundial colonialista, que saqueó pueblos y aniquiló culturas en nombre de la civilización. Desde entonces, la humanidad ha permanecido atrapada en esa espiral de dominación: dominar o ser dominado, olvidando que la verdadera grandeza está en cooperar, no en conquistar.

Los animales que matan, lo hacen para sobrevivir. Solo un pequeño porcentaje de las especies son carnívoras, y aun así, su depredación responde al equilibrio natural. La gran mayoría son herbívoras, cooperativas o simbióticas. En la naturaleza, la depredación no es la norma, sino la colaboración, la simbiosis y el mutualismo. La vida se sostiene por redes de intercambio, no por jerarquías de poder. Pero los humanos, desconectados de su origen cósmico, han hecho de la violencia su lenguaje, adoptando la depredación como regla inconsciente, inoculada en el tejido de la mente colectiva. Hemos creado tecnología para la guerra y el control, no para la compasión. Máquinas para torturar, manipular o someter, más que para sanar. ¿Por qué el ser humano, con su capacidad de amar y crear belleza, se convierte en verdugo? Porque ha olvidado que la vida es una red interconectada y que destruir al otro es destruirse a sí mismo. Mientras la humanidad no despierte a su condición planetaria y espiritual, seguirá siendo esclava de la materia, de los imperios, del dinero y de la arrogancia del ego.

Y en medio de esa ceguera, la Bandera de la Paz permanece silenciada. Nadie la levanta. Nadie la lleva a las calles. Se levantan banderas nacionales, ideológicas, partidistas, pero no la bandera que pertenece a todos. En las manifestaciones se agitan símbolos que dividen: ahora la bandera palestina frente a la israelí, la occidental de la OTAN frente a la oriental de la Liga Árabe, la de las grandes corporaciones frente a la de los pequeños mercados… Es importante apoyar a un pueblo que está siendo atacado por la inconsciencia de la tecnología y la deshumanización de los seres humanos frente al tiempo y el olvido de las 13 lunas, pero la bandera de Palestina, como cualquier símbolo de resistencia parcial, solo genera más odio y división si no se eleva sobre ella una bandera superior: la Bandera de la Paz, que unifique a todos bajo la conciencia universal. Solo la Bandera de la Paz puede trascender esas fronteras. No pertenece a ninguna nación ni religión; pertenece al alma colectiva de la humanidad. Es la bandera de la conciencia universal, del espíritu planetario que habita en todos los seres. ¿Qué pasaría si, en cada escuela, en cada templo, en cada protesta, ondeara la Bandera de la Paz?

Es importante señalar que, a nivel subconsciente, Occidente rechaza el Islam sin comprender su verdadera esencia. El Corán, libro sagrado del Islam, enseña que toda vida procede de una sola fuente. Entre todos los textos sagrados, es el único que fue revelado íntegramente como palabra divina, sin retoques ni manipulaciones posteriores, a diferencia de la Biblia, que fue modificada y reinterpretada a lo largo de los siglos. El Corán es puro, preservado tal como lo transmitió el profeta Mahoma, portador de un mensaje de unidad universal. Buda iluminó, Jesús habló con el corazón, pero fue a través de Mahoma que la revelación tomó forma escrita y codificada, dejando un legado eterno que recuerda la unidad de toda la creación. En su interior, el Corán guarda un código numérico sagrado, una arquitectura espiritual que refleja el orden divino del universo. No se trata de jerarquizar religiones, sino de comprender que el Islam custodia una de las más profundas enseñanzas espirituales: la unificación de los pueblos bajo una sola verdad. Sin embargo, los líderes que empuñan la Biblia como espada traicionan el mensaje de sus propios profetas. Netanyahu y quienes justifican la violencia en nombre de Dios no sirven a la divinidad, sino al poder, al ego y al miedo.

Hamas no existiría si Israel hubiera actuado con diplomacia y compasión. Surgió en 1987 como respuesta al fracaso de todas las vías pacíficas, tras décadas de ocupación, colonización y desprecio hacia el pueblo palestino. Cuando la humanidad ignora la justicia, la desesperación se transforma en resistencia. Netanyahu, en cambio, encarna la arrogancia del poder: se proclama defensor de su pueblo, pero lo arrastra al abismo, confundiendo la fuerza con superioridad y la venganza con seguridad. Ningún líder que sacrifica miles de inocentes para matar a unos cuantos supuestos terroristas de Hamas, bajo el pretexto de la fe, puede llamarse humano, y mucho menos divino.

El sionismo político se ha convertido en una enfermedad de la conciencia, basada en una falsedad fundamental: la creencia de que el más fuerte tiene derecho sobre el débil. Pero la naturaleza enseña otra ley: lo blando vence a lo duro, lo flexible vence a lo rígido, el agua erosiona la piedra. La conciencia, aunque parezca frágil y volátil, es invencible. La compasión es más fuerte que el acero. La paz no es debilidad: es sabiduría en movimiento. El taoísmo lo expresó hace milenios con el principio del Wu Wei, la acción sin acción, el fluir con el universo sin forzarlo. Quien levanta la Bandera de la Paz practica el Wu Wei: no impone, no ataca, no reacciona, pero transforma. La sola presencia de este símbolo disuelve la energía de la violencia, recordando que la verdadera fuerza reside en la armonía, la flexibilidad y la conciencia despierta.

Europa, mientras tanto, calla. Sus gobiernos, atrapados en la red de la OTAN y los intereses económicos, prefieren mirar hacia otro lado. Se indignan con discursos, pero no actúan. Los mismos que alguna vez hablaron de derechos humanos guardan silencio frente a los crímenes de guerra y la destrucción del espíritu. Donald Trump y otros líderes de ultraderecha siguen dictando las reglas del juego global, llenando de desinformación y alentando a quienes los apoyan, seducidos por su discurso arrogante y conservador, mientras las naciones se arrodillan ante la lógica del miedo. Ninguna institución internacional ha defendido verdaderamente el Pacto de Roerich, que prometió proteger la cultura del mundo. Ninguna bandera blanca con tres círculos rojos ondea sobre las ruinas de Gaza, ni sobre las múltiples manifestaciones planetarias en favor de Palestina. La humanidad sigue dividida, mientras el símbolo de la paz permanece oculto, esperando ser reconocido y levantado para trascender la dualidad y unir a todos los pueblos.

La verdadera liberación no vendrá de la política ni de la guerra, sino del despertar espiritual, el reconocimiento de la Bandera de la Paz y la restitución de la consciencia del tiempo con las 13 Lunas. La paz no es un tratado, es un estado de conciencia. Cuando los seres humanos recuerden su origen estelar, cuando comprendan que la vida de un niño en Gaza o en Tel Aviv vale lo mismo que la suya, entonces el ojo interior se abrirá. No habrá vencedores ni vencidos, no habrá bandos, no habrá miedo. Solo seres conscientes, unidos en la luz del entendimiento. El día en que eso ocurra, la humanidad habrá recordado quién es realmente. La oscuridad que hoy domina el mundo se disolverá como sombra ante la aurora. Porque la Bandera de la Paz no pertenece a una nación, sino al alma del planeta. Es la señal del nuevo tiempo, el llamado del espíritu a reconciliarse con la Tierra y a volver a escuchar el corazón de lo eterno.

Atentamente,
Maya Galáctico 999.

1.37.12.1: Las Crónicas de la Historia Cósmica. Entregas del Libro del Trono y el Libro del Avatar

Queridas y queridos sincronautas:

El planeta sangra. La humanidad se enfrenta a una encrucijada sin precedentes. La proliferación de la ignorancia, la destrucción sistemática de la naturaleza, la opresión animal y el ascenso de ideologías autoritarias marcan un escenario global alarmante. El crecimiento demográfico de más de 6500 millones de personas en apenas un siglo ha traído consigo una expansión desmesurada del sufrimiento, especialmente para los más indefensos: los animales, los niños y las minorías invisibilizadas. La vida ha perdido su valor y el alma colectiva se desvanece entre algoritmos de consumo, guerras sin rostro y religiones vacías.

En este contexto de caos y decadencia, emerge una reliquia viviente: las Crónicas de la Historia Cósmica, una obra canalizada, monumental y completamente transformadora. Concebida por José Argüelles (Valum Votan), esta serie de siete volúmenes fue transmitida entre 2004 y 2011, justo antes de que Argüelles trascendiera en circunstancias misteriosas. Aunque durante el proceso él confió el proyecto a Stephanie South, la transmisión no encontró en ella el cauce esperado. Se desvió del propósito original. No por mala intención, sino por las interferencias del ego espiritual, del sistema y de las redes de control que, aún en el campo de la consciencia, también operan.

Esta entrega que se produce ahora de los 2 primeros volúmenes, no busca competir, sino compartir desde el corazón, en fidelidad al propósito original: liberar el alma, despertar el recuerdo universal y sanar el tiempo.

Las Crónicas no son simples textos espirituales. Son una enciclopedia galáctica, una cartografía de la consciencia superior, una llave maestra para la evolución del alma humana.

El Volumen 1: El Libro del Trono representa el chakra corona, la conexión divina con la Mente Galáctica. El Trono es el eje de la voluntad cósmica que busca manifestarse a través de la pureza del corazón humano.

El Volumen 2: El Libro del Avatar desciende al chakra raíz, representando la encarnación de la divinidad en lo terrenal. El Avatar es el ser despierto que camina por la Tierra para recordar a los demás su origen estelar.

Ambos textos son herramientas de iniciación espiritual, claves vivas para restaurar la armonía perdida y activar los circuitos dormidos de nuestra percepción multidimensional.

En un mundo dominado por el virus del 12:60, muchos autodenominados espiritualistas, incluso seguidores fervientes de la Ley del Tiempo, han caído presa del paradigma dominante: Tiempo x Energía = Dinero. Mercantilizan la ciencia cósmica como si fuera mercancía de feria. Pero esta ciencia no es de nadie y es de todos. La verdadera transmisión de conocimiento se basa en la cultura, no en la transacción. Cuando alguien ofrece una canción, un poema, o un teorema a otro ser, sin esperar nada a cambio, no pierde nada: ambos ganan. Esa es la diferencia entre la cultura y el comercio, entre el alma y el ego, entre la evolución y la repetición.

Los acontecimientos en Gaza nos recuerdan los horrores más oscuros del siglo XX. Bombas que arrasan barrios enteros, genocidios encubiertos, vidas humanas exterminadas como si fueran estadísticas. Esta tercera guerra mundial no se anuncia: se infiltra en las grietas del alma colectiva. José Argüelles profetizó que en 2029 ocurrirá un evento con el mismo impacto global que el 11-S, o incluso mayor… Por eso, las Crónicas no pueden esperar. El tiempo es ahora.

La Ley del Tiempo nos recuerda: Tiempo x Energía = Arte. La entrega de estos volúmenes no es una venta. Es una transmisión sincronológica. No se da a cualquiera, se da a quien está listo para recibir, porque está entrega genuina sólo se puede dar desde el Orden Sincrónico. Esa es la condición.

Esta entrega se realiza justo al inicio de la Luna 12, la Luna de la Cooperación, dentro del año Tormenta Rítmica Azul KIN 19, preparando el camino hacia el próximo ciclo: el año Semilla Resonante Amarilla KIN 124. Este próximo año es una de las claves ocultas que explican por qué esta entrega se realiza ahora, produciendo un nodo de resonancia profundo en la matriz del tiempo, un punto de reactivación de la memoria estelar y de la misión colectiva.

Y por eso nace este llamado: si estás lista/o para recibir, si quieres formar parte del renacimiento de la Tierra desde el arte, el amor y la conciencia cósmica, únete al canal oficial y descarga libremente los dos primeros volúmenes: 👉 https:/t.me/ordensincronico

La transmisión continuará en el próximo año sincrónico, desde el canal de Telegram e Instagram, con la entrega del Volumen 3: El Libro del Misterio, el cual abordará el arte como la expresión del absoluto. Es gracias al arte que nosotras/os estamos aquí, en este plano de existencia y es a través del reino de la imaginación que podemos manifestar nuestra realidad, haciendo visible lo invisible.

¿Estás dispuesta/o a recordar? Esta entrega realizada ahora, es genuina. Es para quien vibra con el corazón despierto. Es para quien respeta la vida y se reconoce en el otro. Porque como decían los sabios mayas:
In Lak’ech – Yo soy otro tú.

No alimentes más el sufrimiento. No participes del ciclo de dolor. Haz que la vida vuelva a tener valor. Respétate y respeta. Únete al Orden Sincrónico.

Con amor y propósito,
Maya Galáctico 999.

1.37.11.22: Zorras, divas, y el falso empoderamiento femenino en medio de un genocidio

Queridas y queridos sincronautas:

En una época marcada por el ruido, la urgencia y la confusión, el concepto de “empoderamiento femenino” se ha transformado en un producto mediático. Hoy, más que nunca, resulta necesario preguntarse: ¿lo que hoy se llama empoderamiento femenino… es real o es una máscara?

El Festival de Eurovisión 2025 nos ofrece un marco perfecto para analizar esta cuestión. En los dos últimos años, España ha apostado por propuestas que, supuestamente, representan el empoderamiento de la mujer: “
Zorra” de Nebulossa (2024), con su tono provocador y desafiante, y “Esa diva” de Melody (2025), con un enfoque más amable y “luminoso”. Ambas comparten un rasgo: promueven una imagen de mujer reactiva, individualista, que se define a través del sistema y su validación externa. Pero ninguna de ellas conecta con la raíz profunda del poder femenino auténtico.

No hay conexión con la ciclicidad natural del cuerpo y la vida. No hay guía desde la sabiduría interior. No hay comunidad ni cuidado mutuo. En lugar de encarnar el arquetipo de la mujer sabia, conectada a la Tierra, a su útero y a la intuición, estas representaciones refuerzan una idea de empoderamiento que nace como reacción, como respuesta defensiva, y no como creación autónoma desde la esencia. Son narrativas diseñadas por y para el mismo sistema que históricamente ha oprimido a la mujer. Y lo más doloroso es que muchas jóvenes, desconectadas de su linaje y su poder interno, las asumen como referentes.

La mujer lunar, la que vive en sincronía con los ciclos de la naturaleza, no necesita proclamarse poderosa. Lo es en su silencio, en su presencia, en su capacidad de sostener la vida, la verdad y el amor. Su poder no se impone, irradia. Sabe cuándo actuar y cuándo esperar. Honra su menstruación y su intuición. Se guía por el ritmo del cosmos, no por la urgencia impuesta por el reloj ni por la exposición constante. Este tipo de poder no encaja en los parámetros de la industria musical, ni interesa al sistema mediático porque es incontrolable y profundamente transformador.

Eurovisión, que se presenta como un certamen musical europeo con vocación de unidad cultural, hace años que se ha transformado en una plataforma política disfrazada de entretenimiento. La música ha pasado a un segundo plano. Las canciones que se presentan tienen poca profundidad emocional o ideológica. Lo que se premia es el impacto, la polémica, el espectáculo. No hay propuestas artísticas que busquen elevar la conciencia ecológica, espiritual o cósmica de los pueblos. No hay canto al alma ni al misterio de la existencia. Sólo una repetición superficial de eslóganes vacíos con estética moderna.

En este contexto, la actuación de Melody no fue sólo una canción más. Hubo un hecho que marcó el ambiente del certamen: una intervención política de RTVE que expresó una postura en relación a la masacre en Gaza. Esto pudo haber influido en la puntuación obtenida por España, generando un castigo político disfrazado de valoración artística. ¿No se supone que Eurovisión es apolítico? ¿Entonces por qué participa Israel, un Estado que ni siquiera forma parte de la Unión Europea y que ha sido señalado por la ONU y por juristas internacionales por crímenes de guerra? ¿Cómo puede quedar en segundo lugar un país que está llevando a cabo un genocidio a plena luz del día, con total impunidad?

Lo que está ocurriendo no es una guerra. Es un exterminio. Palestina no tiene ejército, ni marina, ni aviación. El desequilibrio es absoluto. Gaza es una prisión a cielo abierto y está siendo bombardeada sistemáticamente. La mayoría de las víctimas son civiles: mujeres, niños, familias enteras. No se trata de justificar a Hamas ni de romantizar ninguna forma de violencia. Se trata de mirar con claridad y denunciar la desproporción monstruosa, la inhumanidad estructural. Se trata de preguntarse por qué Europa calla, por qué la izquierda se fragmenta, por qué el feminismo institucional no levanta la voz por las mujeres y niñas palestinas. ¿Dónde está ese empoderamiento ahora?

Es ahí donde la palabra “empoderamiento” muestra su vacío. Porque si no va acompañado de compasión, de justicia, de compromiso con la vida, no es poder: es ego inflado. Si el empoderamiento no sirve para proteger a las mujeres que están siendo violadas, bombardeadas y asesinadas, ¿para qué sirve? ¿Para grabar videoclips con coreografías provocadoras mientras cae una bomba sobre un hospital? ¿Para que una marca pueda vender camisetas con lemas feministas hechas por niñas esclavas en Bangladesh? ¿Ese es el poder que se nos ofrece?

El feminismo mediático ha sido absorbido. El empoderamiento que se promociona en plataformas como Eurovisión no transforma las raíces del patriarcado, sólo las maquilla. Es un empoderamiento sin útero, sin memoria, sin Tierra. Y es urgente recuperar otra visión. Recuperar el tiempo femenino. Las 13 lunas. La conciencia de que cada ciclo menstrual es una oportunidad para limpiar, para sembrar, para regenerar. La sabiduría de que el cuerpo femenino no es una herramienta de seducción o provocación, sino un templo cósmico de creación. Este conocimiento ha sido borrado de la educación, de la cultura, incluso de la espiritualidad oficial.

La solución no vendrá de los gobiernos, ni de los certámenes, ni de los discursos públicos. Vendrá del recuerdo. De la mujer que decide salirse del reloj y volver al tiempo natural. De quienes se atreven a mirar el horror de frente y decir “no en mi nombre”. Vendrá de las voces que no gritan, pero que resuenan profundo. Voces que no se venden. Que no compiten. Que no aceptan premios manchados de sangre.

Porque el verdadero poder femenino no necesita aplausos. Necesita tierra, agua, fuego y luna.

Atentamente,
Maya Galáctico 999.

1.37.11.15: La incomunicación en la era de las telecomunicaciones

Queridas y queridos sincronautas:

Nos encontramos inmersos en la era de la sobreinformación, donde la comunicación abunda, pero el alma calla. En esta paradoja moderna, en la que millones se siguen unos a otros, reina una epidemia silenciosa: la incomunicación. Nunca antes habíamos tenido tantas herramientas para hablar, pero tan pocas conexiones reales desde el corazón.

La realidad virtual ha generado una saturación mental tan intensa que nuestras almas apenas pueden respirar. En este virus invisible que corrompe las redes y los vínculos, los mensajes se ignoran, las emociones se entierran, y la soledad se disfraza de likes y seguidores. Esta desconexión con el otro es, en esencia, una desconexión con el más allá. Una grieta galáctica que se amplía con cada scroll hacia el vacío.

Muchos hombres buscan el contacto, la atención o la conexión emocional, y muchas mujeres, sin saber cómo integrar estas interacciones, terminan rechazándolas o ignorándolas. La virtualidad convierte lo sutil en sospechoso, lo humano en molesto, lo vulnerable en descartable. Esta indiferencia no es evolutiva; es un retroceso. Un programa que siembra frialdad en el corazón del alma colectiva.

Cuando estos individuos finalmente se encuentran en la vida real, el espejo es cruel: lo que fue proyectado desde una fantasía se revela hueco, torpe, fragmentado. El encuentro ya no es sagrado, sino una extensión del mercado. Todo gira en torno a lo que se puede vender, y si no hay transacción económica, la relación se vuelve prescindible.

Esto se replica incluso en entornos espirituales: terapeutas, yoguinis, sanadoras, ceremonias de cacao, danza femenina… todo tiene un precio, todo tiene un flyer, todo exige un ingreso. Pero, ¿qué sucede cuando el alma quiere participar sin el cuerpo o cuando el dinero no es parte de la ecuación? Entonces, desaparecen los guías. Se esfuman las respuestas. La «sanación» se vuelve una performance. Porque si sanar fuera real, ¿cuál sería el modelo económico? ¿Repetir clientes como si fueran enfermos reincidentes?

Como Maya Galáctico 999 viví en carne propia este absurdo: ofrecí pagar por un evento sin asistir físicamente, desde un acto de intención energética pura. La respuesta fue el silencio. Quien decía ofrecer «sanación» no tuvo tiempo para responder. Porque la sanación no es rentable si no hay presencia, si no hay imagen, si no hay espectáculo.

Este ciclo es un lazo con la 6ta dimensión, el plano de Lucifer, que se detiene en el 3er ojo y no logra cruzar al corazón. Es el plano donde la espiritualidad se convierte en negocio, y donde la comunicación es solo una herramienta de marketing disfrazada de consciencia.

Frente a esto, el sincronario de las 13 lunas nos recuerda un paradigma sagrado: Tiempo x Energía = Arte, no dinero. Ésa es la clave para salir del hechizo. Ésa es la semilla de la verdadera evolución.

El nuevo Papa parece una sombra del anterior, una continuación sin rupturas, sin voz, sin acto. Donald Trump, en una jugada grotesca de geopolítica simbólica, dice querer aliarse con Putin para salvar a Ucrania. Gaza sigue llorando a sus muertos bajo los escombros de la indiferencia mundial. Los gobiernos se polarizan y la tercera guerra mundial ya no es teoría: es pensamiento sembrado.

Hemos olvidado la Bandera de la Paz, ese tríptico eterno que nos llama a sublimar toda dualidad. Nos urge recordar que el otro y la otra son extensiones de nosotros mismos. Sin raza. Sin clase. Sin separación. Porque solo en el Amor al prójimo nace la telepatía: esa forma avanzada de comunicación que no requiere tecnología, sino apertura.

Jesús, Buda, Mahoma… todos fueron avatares del verbo correcto, de la acción justa. Responsabilidad es la habilidad de responder. Y para responder, hay que ver, hay que sentir, hay que estar.

Una mujer me dijo que las mujeres son más inteligentes emocionalmente que los hombres. Por eso este mensaje va para ellas: sois las portadoras de la llave. La liberación sexual no será real si no hay liberación emocional. Vuestras emociones son portales. Vuestros ciclos menstruales, sincronías vivas del calendario lunar. Todo es femenino. Todo es tiempo.

Regresemos a la consciencia 4D. Regresemos a la comunicación del alma. Respondamos al llamado con arte, con presencia, con verdad. Solo así podrá nacer una nueva humanidad.

En servicio del orden sincrónico,
Maya Galáctico 999.

1.37.11.8: Los selfies, el egotrip individual y la división de la consciencia

Queridas y queridos sincronautas:

Vivimos en una era donde la imagen ha usurpado al espíritu, y el reflejo en la pantalla ha reemplazado al espejo del alma. Los selfies, en su proliferación desmedida, se han convertido en altares del ego, donde la validación externa sustituye al reconocimiento interno. Particularmente en las mujeres, esta práctica ha fomentado una realidad distorsionada, donde lo aparente eclipsa lo auténtico, y la esencia se diluye en la búsqueda insaciable de aprobación virtual.

Las mujeres —portadoras ancestrales de la sabiduría cíclica, del ritmo lunar, del conocimiento del corazón— están siendo arrastradas masivamente hacia una espiral de auto-obsesión virtual. Lo que comenzó como un simple gesto de autorrepresentación se ha transformado en una adicción encubierta, donde cada selfie no es solo una foto, sino un fragmento de energía vital entregado al altar digital del algoritmo. El problema no es una foto o dos, sino la compulsión inconsciente que lleva a muchas a sacarse decenas, cientos, incluso miles de imágenes de sí mismas, buscando la mejor versión, el mejor ángulo, la mejor “cara” para ser aceptadas, consumidas y recompensadas con likes.

El narcisismo digital se ha naturalizado y, sin darnos cuenta, se ha convertido en una religión invisible. Las redes sociales alimentan esta dinámica con recompensas ilusorias: más seguidores, más visibilidad, más “valor” en el mercado de la atención. Pero, ¿a qué costo? El alma se disocia, la autenticidad se diluye y el cuerpo femenino, que debería ser templo de creación, se convierte en mercancía energética. Esta epidemia no afecta solo a la salud mental, sino que fragmenta la consciencia. Cada selfie repetido, cada gesto ensayado frente a la cámara, es una capa más de separación con la verdadera esencia. Las mujeres están siendo desconectadas de su naturaleza profunda, y lo más grave es que esto ocurre bajo la máscara de empoderamiento. ¿Qué empoderamiento puede haber en depender del reconocimiento ajeno? ¿Qué libertad hay en estar encadenada al juicio del otro?

Mientras todo esto sucede, el planeta arde. Las bombas siguen cayendo, ahora también sobre Pakistán, en un conflicto feroz impulsado desde India. En Gaza, la sangre sigue corriendo como si ya no importara. Ucrania ha sido prácticamente borrada del mapa mediático de nuevo. La atención colectiva ha sido secuestrada por distracciones perfectamente diseñadas. Y en medio de este caos global, se nos presenta un nuevo Papa, León XIV, el primero de nacionalidad estadounidense, cuya presencia en el Vaticano parece más una operación geopolítica que un liderazgo espiritual genuino. No ha mencionado ni una sola palabra sobre detener las guerras. Ninguna referencia a un verdadero alto al fuego mundial, ninguna llamada urgente a la paz.

El simbolismo es fuerte: un Papa estadounidense encajando con la profecía del «Papa Negro», mencionado por San Malaquías como el último Papa de la historia. ¿Qué significa esto? ¿Es casualidad o una jugada perfectamente sincronizada para manipular al mundo desde una posición eclesiástica? Y aún más, si hay un Papa, ¿por qué no hay una Papisa? Las mujeres, en lugar de reclamar ese rol espiritual sagrado, en muchos casos están utilizando el lenguaje de la espiritualidad como otra herramienta para ganar dinero, visibilidad y “clientes”. Venden servicios, canalizaciones y sesiones de bienestar mientras, en muchos casos, continúan desconectadas de las verdades profundas de la consciencia. Hacen yoga, estudian astrología, consumen medicina oriental… pero siguen comiendo animales, siguen ancladas al calendario gregoriano, y siguen atrapadas en la trampa de su imagen digital.

La Iglesia sigue sosteniendo el calendario impuesto por Gregorio XIII, una estructura artificial que corta la conexión natural con los ciclos lunares y solares. El nuevo Papa no muestra intención alguna de promover un retorno al sincronario de las 13 lunas, ni mucho menos de alzar la Bandera de la Paz como símbolo universal. Todo sigue como estaba, disfrazado de renovación. Pero, ¿puede haber renovación sin verdad? ¿Puede haber evolución espiritual sin cuestionar el tiempo artificial que rige nuestras vidas?

Es aquí donde debemos volver a lo esencial: todo es espiritual. Absolutamente todo. No se trata de creencias ni religiones. El ateísmo y el agnosticismo también son estructuras de fe. Lo verdaderamente importante no es en qué crees, sino el nivel de consciencia desde el que vives, comes, decides, y compartes tu vida. ¿Podrías matar a todos los animales que has comido a lo largo de tu vida? ¿Podrías hacerte responsable de tan solo un 10% de ellos? Si no, ¿qué clase de consciencia estás habitando?

El engaño moderno está en hacernos pensar que se puede ser “espiritual” sin ser coherente. Que se puede meditar por la mañana y consumir violencia al mediodía. Que se puede hablar de amor y paz mientras uno colabora con sistemas que generan sufrimiento. Que se puede ser libre usando filtros.
En un mundo saturado de información y superficialidad, es imperativo que las mujeres, en particular, reconecten con su esencia espiritual. Más allá de las apariencias y las tendencias, está la verdad del ser, la conexión con los ciclos naturales y la sabiduría ancestral. Es hora de trascender el egotrip individual y abrazar una consciencia colectiva que honre la autenticidad, la compasión y la armonía con la vida.

Porque todo lo que nos rodea son niveles de consciencia. Y no hay camino hacia la luz si no desmantelamos primero las sombras digitales que nos mantienen dormidos. La verdadera revolución será interior, íntima y colectiva. Y no tendrá filtros, ni hashtags, ni selfies.

Atentamente,
Maya Galáctico 999.

1.37.11.1: El apagón, la desconexión con la galaxia y una llamada al despertar

Queridas y queridos sincronautas:

El pasado 28 de abril de 2025 (Kali 25, de la Luna 10 del año 37), España vivió un apagón eléctrico masivo que paralizó trenes, aviones, hospitales, sistemas de transporte y hogares. Aunque el saldo fue de cinco víctimas mortales, el evento evidenció la extrema dependencia tecnológica de la sociedad moderna. La interrupción temporal de la electricidad desató el caos, mostrando nuestra vulnerabilidad ante la pérdida de servicios básicos.

Este incidente no solo representa una falla técnica, sino que simboliza una desconexión más profunda: la pérdida de contacto con nuestra tecnología interna. Al depender de sistemas artificiales y medir el tiempo mediante el calendario gregoriano y el reloj mecánico, hemos distorsionado la percepción del tiempo real, alimentando una amnesia colectiva que nos aleja de la sincronía natural y del flujo armónico del universo.

Diversas profecías han advertido sobre eventos de esta naturaleza. La visión de los “tres días de oscuridad”, mencionada en escritos atribuidos a santos católicos como Ana María Taigi y en interpretaciones del Apocalipsis, describe un periodo de tinieblas que actuaría como catalizador para una transformación espiritual. Aunque estas narrativas carecen de respaldo científico, reflejan un temor compartido: el precio de nuestra desconexión espiritual y tecnológica podría ser alto.

La amnesia cósmica que padecemos tiene raíces en eventos antiguos y olvidados por la historia oficial, como la destrucción del planeta Maldek, hoy reducido al cinturón de asteroides. Este cataclismo provocó una ruptura en la red de comunicación entre los sistemas planetarios y el centro galáctico, iniciando una era de olvido y desconexión espiritual.

Desde entonces, la humanidad ha permanecido atrapada en un bucle artificial de percepción, regido por tecnologías que no nos conectan con la naturaleza, sino que nos separan de ella. Este tiempo artificial ha fomentado un modelo de vida donde se valora más la productividad y la posesión que la consciencia, la creatividad y el amor.

Pero esta condición no es irreversible. Uno de los caminos hacia la reconexión es el Sincronario de las 13 Lunas, revelado por José y Lloydine Argüelles, que restituye la armonía natural entre el ser humano, la Tierra y el cosmos. Esta tecnología del tiempo nos sintoniza con la frecuencia 13:20, preparándonos para el despertar de una consciencia galáctica.

La humanidad se encuentra, ahora más que nunca, ante una encrucijada. El apagón reciente no fue un accidente más, sino una advertencia, un eco de lo que podría venir. La posibilidad de un apagón global de tres días, como lo sugieren múltiples textos proféticos, no debe tomarse como una mera leyenda. Aunque no sepamos con certeza si ocurrirá, la sola posibilidad debería impulsarnos a desarrollar una preparación interior profunda, basada en la lucidez y la fuerza espiritual, no en el miedo.

¿Qué sucedería si durante tres días no hubiese electricidad, ni internet, ni comunicación externa, y cada ser humano quedase solo consigo mismo, sin interferencias? Para muchos, sería el caos. Para otros, la oportunidad de volver a sentir, a escuchar, a ver… a recordar.

Hoy, al iniciar la Luna 11 del Sincronario, la Luna de la Liberación, se abre un portal poderoso para que cada alma que lo sienta pueda liberarse del tiempo artificial, de la dependencia tecnológica, y de los programas de olvido impuestos por el sistema. Liberarse es recordar. Liberarse es volver a vibrar con el corazón del Sol y las frecuencias del Universo.

Prepárate. Sintoniza. Recuerda. El apagón no fue una casualidad. Fue una señal. La desconexión con la galaxia tiene fecha de caducidad. Y el despertar, aunque no todos lo elijan, ya ha comenzado.

Atentamente,
Maya Galáctico 999.