1.37.10.8: Los aranceles de los Estados Fragmentados de América

Queridas y queridos sincronautas:

Nos encontramos en una encrucijada crucial dentro del experimento planetario Tierra. La dinámica económica global vuelve a girar en torno a una herramienta antigua: los aranceles. Se presentan como una forma de protección nacional, pero en la práctica operan como mecanismos de poder, control y división entre naciones. Este resurgimiento de políticas proteccionistas no es aislado; forma parte de un patrón más amplio de tensión global, donde el interés económico inmediato prima sobre la cooperación y la sostenibilidad.

Este fenómeno, aunque parezca estrictamente económico, tiene resonancias profundas con eventos históricos y cósmicos. A nivel terrestre, basta observar la relación entre los atentados del 11 de septiembre y la posterior Guerra de Afganistán. Los atentados causaron cerca de 3.000 muertes. La guerra, en respuesta, se extendió por 20 años, dejando más de 200.000 fallecidos, en su mayoría civiles afganos y combatientes locales. Por cada persona que murió en el 11-S, más de 67 murieron en la guerra. Esta desproporción refleja el desequilibrio emocional, ético y político que domina las decisiones humanas cuando se actúa desde el miedo, la revancha o el dominio.

Pero si elevamos la mirada aún más, encontramos paralelismos con eventos fuera del tiempo histórico. José Argüelles nos dejó una advertencia al recordar la destrucción del planeta Maldek, hoy reducido a fragmentos en el cinturón de asteroides. Maldek, según las memorias galácticas, fue un planeta fértil y avanzado, destruido por su uso descontrolado del poder tecnológico y la falta de sabiduría en el manejo de la energía. Su caída no fue producto de la casualidad, sino de una acumulación de decisiones que priorizaron el control, la competencia y la separación por encima de la armonía y la conciencia planetaria.

Los aranceles, aunque no lo parezca, son hoy una versión sutil de esos errores del pasado. Son reflejo de una humanidad que aún no ha aprendido a confiar en la colaboración como camino evolutivo. En vez de construir puentes, se alzan muros fiscales. En vez de intercambiar saberes y recursos con respeto, se impone la lógica de la ganancia unilateral. Este modo de actuar nos aleja de una economía vibracional, basada en la reciprocidad y el equilibrio con la Tierra, y nos acerca peligrosamente a repetir los errores que llevaron a Maldek a su autodestrucción.

Como KINes planetarios, como guardianes del tiempo natural y sembradores de conciencia, tenemos la responsabilidad de recordar y activar otra frecuencia. Podemos y debemos denunciar los “aranceles del alma”: los miedos, prejuicios y estructuras mentales que impiden la unidad. Tenemos la tecnología más poderosa del universo: el arte, el ritmo, la palabra, el amor. No venimos a imponer, venimos a resonar. No venimos a competir, sino a crear. Y esta creación debe comenzar por cómo nos relacionamos, cómo intercambiamos, cómo valoramos la vida más allá del capital.

Este no es un mensaje de alarma. Es un llamado. Una oportunidad. Maldek no es un destino inevitable, sino una memoria que puede guiarnos hacia la evolución si elegimos conscientemente un nuevo camino. Todavía estamos a tiempo. La Tierra respira. La humanidad sueña. Y el tiempo galáctico nos ofrece una ventana de redención.

Que lo que emitimos desde nuestro ser, sea medicina para este planeta. Que las acciones vibren en la frecuencia del corazón. Que la economía, la política y la tecnología vuelvan a girar en torno a lo sagrado. Porque cuando recordamos quiénes somos, ya no hay necesidad de aranceles ni de guerras. Solo queda la danza del dar y recibir, en equilibrio con el cosmos.

Atentamente,
Maya Galáctico 999.

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